Era una fría y lluviosa mañana de octubre, tal vez,
estuviese en mi pequeña cama, cuando me despertaron para sacarme a la calle. Me
colocaron mi collar con un pequeño cascabel, y mis dueños me sacaron a pasear.
En algún momento del paseo me pusieron en el suelo, pero cuando quise darme
cuenta, se alejaron de mi, pensé que se habían despistado, y les espere por
mucho tiempo. Quería que volviesen, me sentía tan sola, triste, y tenía mucho
frío, mi pequeño cuerpo de cachorro estaba mojado, y sucio por aquel lluvioso
día. Tenía hambre, tenia miedo y no me atrevía a moverme para que no me
perdiesen mis dueños. Quería que viniesen, y quería que lo hicieran ya, no
quería sentirme así de desprotegida, el mundo no es seguro para alguien de mi
pequeño tamaño sin saber como defenderme.
No se cuanto tiempo llevaba de espera, hasta que un muchacho
me vio, y se apiado de mi situación, me recogió de aquel lugar y pensé, “si me
lleva, ¿como me va a encontrar mi familia?” Pero al menos así ya tenia
compañía, aunque no sabia cual seria mi suerte.
El muchacho se encontró a un vecino, un hombre con barba, de
aspecto serio, y le pregunto, algo de que si me quería, que estaba por ahí
sola, bajo la lluvia. No lo dudó, le dijo que si, que podrían hacer algo por
mi. Me llevó hasta su casa, y me enseño a su hija, y se marchó, mientras ella
se hacia cargo de mi, junto a una perra de ya avanzada edad que me miraba con
gran curiosidad, y un gato blanco como las nubes que veía cuando salía a
pasear. Me seco y me limpio, y rápidamente fui entrando en calor, recuperaba
las ganas de jugar, y me ofrecieron agua y comida caliente. Sabía que ellos me
ayudarían a encontrar a mi familia.
La mujer del hombre de la barba, no daba crédito a lo que
veía en su casa, ¡otro perro más! Decía que esto no podía ser, que me
abandonasen era una crueldad, y que no me podía quedar, que solo estaría allí
hasta que encontrasen alguien que me acogiese y se hiciesen cargo de mi. Pero
pasaron los días, y nadie me buscaba, mis dueños, no me habían buscado, no me
echaron de menos ni por un segundo, aunque en aquella casa, fui haciéndome un
hueco, y la mujer se fue acostumbrando a mi.
Llego un día, en el que a aquella anciana perra, se durmió,
y no despertó mas, todo era tristeza y confusión para mi. Me preguntaba donde
estaría, al día siguiente ya no la vi más. Pero escuché decir, que ahora, ya no
podían dejar que me fuese, que ya estaban acostumbrados a mí, y no querían que
me fuese con nadie, por que nadie se haría cargo de mí como ellos. Meses atrás
pensé que ellos, me ayudarían a encontrar a mi familia, y lo consiguieron,
ellos, son mi familia. Nadie como ellos para cuidarme y darme de comer las
cosas que más me gustan. Nadie como ellos, saben cuidarme cuando me encuentro
mal, y tampoco hay nadie mas que pueda acurrucar en una manta las noches de
frío invierno, con el cariño que lo hace MI FAMILIA.